martes, 3 de octubre de 2017
Cristales de magnetita del cerebro y los campos magnéticos
Quién no se ha
preguntado alguna vez dónde nace nuestro sentido de la orientación, cómo se
orientan las aves en sus migraciones, cómo las palomas mensajeras son capaces
de seguir su ruta incluso atravesando la densa niebla, o porqué los animales
son capaces de prevenir catástrofes naturales y alejarse del lugar exacto donde
se van a producir?
En el año 1992 J.
L. Kirschvink hizo público el hallazgo de cristales de magnetita en
el cerebro de los seres humanos. La magnetita es un óxido de hierro muy común
en la naturaleza, y un mineral bien conocido en el mundo de la geología no sólo
por suspropiedades magnéticas, sino, por ser la materia prima más rica
para la obtención de hierro fundido y acero.
El cerebro está
dotado de ciertas propiedades magnéticas, y no sólo el del ser humano sino
también muchos animales hacen extenso uso del magnetismo. Se sabe que existe un
sentido magnético en varias especies y que la base de este sentido, y su papel
determinante en los desplazamientos migratorios, se basa en la existencia de
materiales ferri y ferromagnéticos en el cerebro. Por ejemplo, las palomas
mensajeras se orientan sintonizando los cristales de magnetita de su corteza
cerebral con el campo magnético de la Tierra. Gracias a esto, son capaces de
encontrar su camino a través de la niebla o en noches oscuras, sin
absolutamente ningún punto de referencia visual. Sin embargo, cuando se les
atan a la cabeza pequeñas barras de imán, pierden su capacidad magnética, y su
sentido de la orientación queda anulado.
Por otro lado, está
científicamente demostrado que la magnetita es un excelente material absorbente
de la radiación, sobre todo entre 0,5 y 10 GHz, lo cual ha creado una gran
controversia respecto a los efectos que pueda tener en la salud humana la
exposición a la radiación artificial de este mundo completamente tecnologizado
en el que nos desenvolvemos en las sociedades modernas.
La glándula pineal,
ubicada en el centro del cerebro, produce neurohormonas como la melatonina y la
serotonina, dos sustancias que rigen prácticamente nuestro estado de ánimo
influyendo sobre nuestras funciones vitales (apetito, sueño-vigilia, libido,
etc.). Se sabe que la pineal es altamente sensible hasta a las más leves
oscilaciones del campo magnético de la Tierra, y que éstas influyen en sus
secreciones. Por tanto, no hay ningún motivo para no pensar que es igualmente
sensible a los campos electromagnéticos astrales y a los nuevos campos
artificiales, muchos de los cuales son infinitamente más potentes que los
naturales. No cuesta mucho imaginar la influencia y consecuencias que pueden
llegar a tener en nuestro equilibrio y salud.
La importancia de
los campos magnéticos naturales en el orden del universo
Como todo el mundo
sabe, nuestro planeta es un enorme imán, con “positivo” en el polo norte
magnético, y “negativo” en el polo sur magnético. Esta polaridad se manifiesta,
entre otras cosas, en la tendencia de las brújulas a apuntar al Norte, así como
en fenómenos atmosféricos como las auroras. Los acontecimientos sísmicos y
climatológicos también están estrechamente relacionados con el
electromagnetismo, ya que el hierro del núcleo terrestre, así como el magma,
son materiales altamente conductores, y el viento solar excita las partículas
de la atmósfera volviéndolas reactivas y poniéndolas en movimiento.
Pero la polaridad
de la Tierra no sólo se manifiesta en la oposición Norte-Sur. El suelo en sí es
un polo negativo con respecto a la atmósfera. Un informe de una empresa que
fabricaba ionizadores para la NASA escribía que:
Se ha determinado
con plena certeza que existe un campo eléctrico entre la Tierra y la atmósfera.
Este campo eléctrico natural es normalmente positivo en relación con la Tierra,
y su fuerza suele ser del orden de varios centenares de voltios por metro.
Dice Daniel Reid,
en “El tao de la salud, el sexo y la larga vida”:
El gradiente de
potencial es mayor en lugares como las montañas, las playas, los parques y
otros espacios abiertos, donde los iones negativos fluyen libremente desde el
polo Yang positivo de la atmósfera al polo Yin negativo de la Tierra. Todos los
organismos vivos situados entre ambos polos actúan como conductores de esta
energía.
Victor F. Hess ganó
el premio Nobel en 1912 por haber descubierto que el origen de los rayos
cósmicos, responsables de la ionización de la atmósfera, no sólo estaba
exclusivamente en el Sol, sino en toda la galaxia, notablemente debido a las
supernovas y el viento estelar o galáctico. En 1980, la misión espacial MAGSAT
confirmó que la Tierra recibe influencias magnéticas del Sol y el resto del
mundo sideral.
Actualmente
conocemos bien el efecto que tienen los campos magnéticos, no sólo sobre la
Tierra (velocidad a la que gira, actividad sísmica, gravedad, órbita,
climatología, etc.) sino también sobre el comportamiento y la salud del ser
humano. Sabemos, por ejemplo, que ciertos vientos (como el Levante en Cádiz)
provocan estrés, que algunos acontecimientos astrales (como eclipses) van
seguidos de un aumento de crímenes e ingresos en psiquiátricos, que el ciclo
lunar (además de regir las mareas) está relacionado con el ciclo reproductivo
de la mujer, o que cuando la Luna está llena, el vello facial y corporal crece
más de lo habitual. La influencia de los campos magnéticos astrales, rige hasta
cierto punto los biorritmos o biociclos (como el de sueño-vigilia), la conducta
y la orientación, ya que en nuestros cuerpos hay electrones, iones y metales
que son sensibles a estas fuerzas.
FUENTE:
www.safme.es
Suscribirse a:
Entradas (Atom)